La
lectura es una actividad que amerita tiempo. C. S. Lewis hace la
división de lectores entre la mayoría y la minoría. Siendo los
primeros quienes leen en las salas de espera y momentos similares,
mientras que los otros son más entregados a la tarea. El autor de
esta obra, Ángel Gavilondo se dedica a impartir la cátedra de
Metafísica en la Universidad Autónoma de España. Por su parte, él
considera que la lectura debe realizarse cada vez que sea posible,
pues si esperamos a tener un espacio libre, sería no dedicarse a
ella. Desde ese punto de vista, dicha actividad tomada en serio demanda un
espacio privilegiado en la agenda.
Cada
uno de los capítulos que integran este libro son las descripciones de escenas y momentos que los lectores, consagrados o no, han
experimentado al tomar en sus manos un libro sea cual sea el tema y
extensión del mismo. Gavilondo considera a la lectura como vida,
para él siempre se lee en un tiempo de existencia.
Podemos
leer para hacernos compañía, para meditar, para estar solos o,
incluso para compartir con alguien. Existen muchas razones para leer
y también muchas otras para no hacerlo. Quizás una de las mejores
razones sería leer por placer. Puede que nuestra agenda este un poco
o muy ajustada, no sabemos si nos dará tiempo de leer, pero el autor
tiene un mensaje para todas las personas ocupadas:
Siempre
nos falta tiempo, si entendemos inapropiadamente que la vida es un
depósito que hemos de completar con actividades. Siempre las hay e
importantes y siempre tendremos explicaciones para demorar un modo
singular de enfrentarnos a la labro que la acción reclama.
Precisamente, dado que hay mucho que hacer, no dejemos de leer.