sábado, 21 de septiembre de 2013

Castigos

Como buen abogado penalista que era se caracterizaba por ser desconfiado y, hasta cierto punto, paranoico. Realmente contó con mucha suerte, pues logró permanecer con vida durante sus diez años de especializarse en esa rama. Su desconfianza, en ciertos aspectos fue prudente, pues no tenía familia, ni amigos, aunque se llevaba bien con todos sus colegas. No llegó a entablar ninguna relación amorosa. Tenía miedo a que sus allegados fueran el objeto de las posibles represalias por parte de quienes recibieron el peso de la justicia a causa suya. Dada su actitud, tampoco  tuvo una familia propia, no quiso poner en riesgo a sus hijos, por eso no existió ninguno.

Las líneas anteriores son una transcripción de la última página del diario que guardaba en su oficina. Así es, este respetable litigante resultó ser una persona realmente introvertida. No se encontró ninguna nota que anunciara la decisión de quitarse la vida. Su oficina era la última en cerrar en ese centro empresarial donde estaba ubicada. El personal del edificio lo conocía sólo de vista, se le veía llegar y salir a distintas horas del recinto, pero cuando se encontraba allí, solía hacerlo hasta entrada la noche.

Quizás necesitaba de la soledad para armar sus estrategias de litigio, pues no contaba con asistentes. En ese rincón lleno de videos de audiencia, libros de criminología y criminalística   era donde él planeaba, en solitario, cómo ganar cada uno de los casos. Sí, este abogado penalista permanecía sin compañía la mayor parte del tiempo y esta noche no fue la excepción. Cuando ingresó el personal correspondiente para examinar la oficina, no encontraron rastro de que otra persona hubiera permanecido en el lugar. Sólo estaba su diario abierto en esa página sobre el escritorio, él sentado en su silla y a un costado la mancha de sangre que abarcaba buena parte de la alfombra. Nadie escuchó la detonación. Tuvo el cuidado de usar el prohibido silenciador para guardar el secreto. La minuciosa investigación reveló que, en efecto, él mismo se había disparado en la boca. Sus días de lucidez acabaron, instantes después su existencia también.

jueves, 15 de agosto de 2013

Un paseo

Su vida era poco menos que desgraciada, al igual que la de ella; al menos así era como ambos la veían. Su posición social la forzaba mostrarse bien ante todos, ocultaba su descontento. Además, vivía a diario la nostalgia de un amor perdido hacía meses, lo cual la sumía en una profunda depresión, bien escondida tras su cordial sonrisa.

Él, por su parte, no extrañaba a ningún amor, pues sabía perfectamente reconocer el final de cualquier relación. Su decepción era otra: la existencia en sí misma. No lo satisfacía su actividad actual, al igual que las anteriores lo entusiasmó al inicio, pero acabó por aburrirle. Cuando estaba por mudar, una vez más, de actividad, la conoció a ella y entablaron amenas charlas desde el inicio. No se enamoraron, eso ya no era para ellos, descubrieron ser almas gemelas, no para estar juntos de la forma convencional, sino de otra.

Fue así como empezaron una serie de inusuales citas; visitaban asilos, hospitales, morgues, funerarias y, algunas veces, trababan conversación con los asistentes a los velorios. Dado que su relación era amistosa, en una ocasión, decidieron visitar una biblioteca y, para dejar un poco la seriedad de adultos, decidieron ir directo a la sección de libros juveniles. Así, empezaron a ver esos libros que evocaban su adolescencia; la experiencia les trajo recuerdos gratos, pues a cada minuto disfrutaban de pasearse en el lugar. Las distintas ediciones de los libros clásicos estaban a su alrededor: La isla del tesoro, Robinson Crusoe, Mujercitas, Alicia en el país de las maravillas y también los libros un tanto aventureros y futuristas, como los de Emilio Salgari, Julio Verne, H. G. Wells y otros más. Ese momento se extendió por unas horas hasta el inicio de la noche; se despidieron y quedaron en verse de nuevo.


Sus salidas eran así de atípicas, a veces sólo era una caminata por las calles; veían cada objeto del panorama,  observaban detenidamente las placas conmemorativas hechas para ciertos personajes y pensaban si realmente valía la pena ser recordados, de esa forma. Visitaron varios cementerios a la luz del día leyendo epitafios y viendo cómo adornaban las tumbas los visitantes, esto los hizo recordar el paseo del día pasado, cuando estuvieron en la biblioteca, entre lecturas juveniles. Esa tarde ambos se sorprendieron al ver que en la introducción de Los viajes de Gulliver de Jonathah Swift, se mencionaba que él mismo escribió su epitafio: “Donde la ira feroz no puede herir el corazón ya más.” Esto los hizo reflexionar, pues debía haber sufrido mucho alguien para pensar en un su propia inscripción para la lápida. Aparentemente, sólo fue un recuerdo del día pasado, pero eso los motivó a hacer un paseo más. Esta vez, viajarían junto a aficionados al paracaidismo, pero sus intenciones no eran las mismas del grupo. Al saltar del avión, todos se veían iguales, pero el equipaje de la pareja no lo era, aunque su apariencia era idéntica, el de ellos no tenía paracaídas.

jueves, 8 de agosto de 2013

La impaciencia del corazón de Stefan Zweig

La impaciencia del corazón y La piedad peligrosa no son términos tan distantes entre sí. Esta novela de posguerra se ha conocido con esos dos nombres y se ajustan bien a su trama.  Me detuve un instante en el título y pensé: ¿por qué la piedad es peligrosa? La piedad,  un sentimiento noble,  surge al ver sufrimiento ajeno, pero podría tornarse en peligrosa si anteponemos las necesidades de otros, frente  a las nuestras.

La otra traducción, a mi juicio, también se adecua al contenido de la obra y aún fuera de ella, pues algunas veces existe impaciencia en relación a los sentimientos. Se sabe que los sentimientos se albergan en el cerebro, pero metafóricamente se habla del corazón al referirse a los mismos. Me pareció necesario comentar acerca del nombre de la obra, pues se la misma ha sido publicada y conocida con ambas denominaciones. La versión a comentar, en este caso, es La impaciencia del corazón.

Ya entrando en materia, puedo agregar que, ésta comparte con muchas novelas de posguerra la característica de ser poco esperanzadora respecto a la vida. Aquí se representa el caso del teniente Anton Hofmiller quien se siente atraído hacia Ilona, una hermosa joven de clase acomodada. Debido a la proximidad de uno de sus compañeros de cuartel con la familia de la chica, él recibe una invitación para cenar en su casa, la mansión Kekesfalva. Su corazón rebosa de felicidad al estar en dicha reunión, pues comen hasta la saciedad, beben vino conversan alegremente y, después,  bailan. Nuestro personaje se desliza como un perfecto bailarín con varias de las damas presentes en el banquete, pero de pronto alcanza a ver a Edith, hija del dueño de la casa, sentada junto a dos ancianas y le parece un gesto descortés no hacer la invitación a bailar, por lo cual hace la petición. Grande fue su sorpresa, al recibir tan sólo un gesto poco amable de parte de ella, el cual se transformaría en llanto amargo, sin dirigir una sola palabra al teniente. Se entera de la causa de esa reacción por boca de Ilona quien le informa que su prima, Edith, está discapacitada a causa de un inusual padecimiento.

Así empieza una serie de visitas de Hofmiller a la mencionada mansión, en las cuales va conociendo las interioridades de la familia. Si bien, al principio, sus visitas tenían como único motivo remediar su imprudencia, él llegó a acostumbrarse a esa casa y todos sus habitantes a su presencia en ella. A raíz de su cercanía con Edith, ella se enamora perdidamente. Cuando él  se entera de esto, por piedad, finge aceptar su amor e incluso llega a comprometerse sentimentalmente con ella, pero de forma un tanto secreta. Entre los anhelos de la jovencita por recuperarse de su enfermedad y la constante presencia de Hofmiller en su casa, estalla la guerra. Para el teniente, dicho acontecimiento se convierte en la forma más digna de escapar de tan penosa situación, pero a su regreso se encontró con que ella llevada por la impaciencia de su corazón, no quiso esperar ni una hora ni un día más. Fue entonces cuando comprendió que no le servía de mucho ser ahora un héroe de guerra, pues huir de un problema no es la mejor forma de solucionarlo.

jueves, 18 de julio de 2013

El baile de Irène Némirovsky

En algún lugar leí que, al nuevo rico se reconoce fácilmente por su tendencia a gastar el dinero en ostentosos objetos personales y en el vestuario. Al parecer esto se cumple en Alfred y Rosine Kampf, los padres de Antoinette, quienes ahora tienen una lujosa casa, bellamente adornada. Antes vivían en barrio pobre, pero nadie debe saberlo. La señora, por su parte, disfruta de exhibir sus costosas joyas casi todo el tiempo. El esposo es un tanto más sobrio, solo se esmera en mantener buenas relaciones con la gente poderosa. Actúan así, pues después de todo no son más que eso: nuevos ricos. Sin embargo, dada su reciente incorporación a ese mundo, todavía no son tomados como parte de la élite económica de su ciudad. Rosine, descarga su frustración contra su única hija cada vez que tiene oportunidad. La presiona para que adquiera buenos modales y refinamiento para brindar la mejor imagen ante la sociedad.
Resulta tan grande el deseo de la señora Kampf por adquirir el reconocimiento en la sociedad que la pareja decide elaborar un suntuoso baile. Las invitaciones son muchas, su lista asciende a doscientas personas. La decisión fue de la pareja en conjunto, pero la euforia la vive la señora de la casa. Sin embargo, ella no toma en cuenta que su hija, al atravesar por la adolescencia y leer esas hermosas historias de amor en los libros, anhela estar en un baile como ese.
Dada su hermosa caligrafía, la madre decide que Antoinette elabore las tarjetas de invitación. Que emocionante resulta al principio participar de cierta forma en la organización de la tertulia en su casa. Pero su entusiasmo se borra de repente cuando le informan sus padres, de forma poco amable, que ella no podrá estar en tan magno evento.
Ellos no entienden que su hija está en la adolescencia, que se ha imaginado a sí misma bailando con un apuesto joven, que ella quiere vivir la música moviendo su cuerpo con delicados pasos de los brazos de un hombre que la haga sentir como volando. Nadie se da cuenta que ella, la niña, también quiere vivir. No lo notan, en cambio, solo recibe reproches por su forma de hablar, de sentarse, de comer, quieren que ella sea una refinada jovencita casi de la noche a la mañana. Negar sus raíces, eso hay que hacer. Su padre tuvo algunos empleos de bajo rango y ellos tres vivieron en un pequeño apartamento, pero nadie tenía que enterarse de eso. Su madre le dio instrucciones para inventar un falso pasado, además tenía a una dama inglesa para darle la mejor educación y refinamiento a su dulce niña.
Una niña, sí, eso era ella para todos, solo una niña que debía estar durmiendo mientras todos estuvieran disfrutando de la fiesta. No podía soportarlo, algo tenía que hacer. Su indignación la lleva a cometer un acto que da un giro a la historia. Si tan solo alguien hubiera pensado en sus sentimientos, su pasión por ser conocida por todos como una hermosa joven ataviada con un flamante vestido y siendo conducida por el amplio salón deslizándose con perfectos pasos de baile, todo hubiera sido distinto.

domingo, 14 de julio de 2013

La sociedad de la decepción


Imagen tomada de la página web de la editorial.
Considero que, algunas o quizá varias veces, en nuestra mente se entrelazan las lecturas. Me encuentro leyendo, por instantes, La sociedad de la decepción de Gilles Lipovetsky, ahora resulta que de nuevo me encuentro con la sensación de estar pensando como el expositor de las ideas. Esto no me sucedía desde la inmersión en las páginas de La embriaguez de la metamorfosis de Stefan Zweig, cuando sentí mía la voz de uno de los personajes decepcionado de la vida.

El tedio por la vida suele presentarse ante nosotros en más de algún momento de nuestra existencia, no obstante, puede permanecer en nuestra conciencia, latente, hiriente; incluso podría llevar al suicidio. Obviamente, esto último no ha sucedido en mi caso, pues percibo la putrefacción de la sociedad y las decepciones como un espectador. Sin embargo, observar con detenimiento los fenómenos sociales contemporáneos y estar consciente de los mismos, no es simplemente una actitud pesimista ante la vida; se trata de dar una mirada analítica para comprender la razón de ser de los mismos. Al conocer y comprender la causas de distintos aspectos, se logra ser más tolerante. El mismo Lipovetsky reconoce que él no escribe libros de Filosofía pura, tan sólo es un observador tratando de explicar los acontecimientos sociales.

El personaje de Zweig expresa los sinsabores de su vida debido a frustraciones laborales y académicas. Ahora, en las palabras de Lipovetsky se manifiesta de nuevo ese sentimiento, pero fundamentada con estudios analíticos de la sociedad contemporánea. Tendré que esperar a terminar la lectura para emitir un comentario más serio acerca de la obra.

“El camino más breve para concluir un libro es comenzarlo.” - Enrique Jardiel Poncela

(Ya tomé ese camino.)

viernes, 5 de julio de 2013

Café

Era un romance improbable; ella era doctora en sociología y él, tan sólo un bachiller. Aún así, ellos se seguían viendo en el mismo café todos los jueves por la tarde, pues ambos frecuentaban el lugar y usaban eso de excusa para sentarse juntos y platicar animadamente hasta llegada la noche.


Tiempo

Él tenía para ella algo muy valioso, pero intangible: su tiempo. Ella disfrutó de eso al principio, pero después se alejó, pues encontró a alguien que pudo darle algo tangible: obsequios. Éstos eran de su completo agrado y resultaron ser muy frecuentes, pero quien los daba casi nunca tenía tiempo para ella. Fue entonces cuando se recordó del primero y se decidió a llamar para verlo, mas no lo logró; porque a él lo intangible le sirvió para continuar con la especialización en Neurobiología y, ahora, no tenía tiempo para ella.

sábado, 22 de junio de 2013

El ignorante


Su ignorancia lo hacía feliz, obviamente, sin darse cuenta de ello. No se percataba de la cercanía del final de su existencia. Padecía una enfermedad congénita que provocaría su muerte en tan sólo unos meses. Al menos ese era el pronóstico para otro individuo con el mismo grado de deterioro en su organismo, debido a la misma afección. El ignorante vivió más que el enterado.

Esta vez, su ignorancia además de hacerlo feliz, le salvó la vida, pues para cuando fue informado de su situación clínica existían ya varios tratamientos de bajo costo y muy efectivos para erradicar su mal. Cuando supo del otro paciente y el diagnóstico expuesto, se alegró del desconocimiento, pues éste lo salvó sin representarle ningún esfuerzo. Desde entonces, prefiere también ignorar lo que sucede en su país, talvez así se viva mejor, pensó él. La sociedad en la que vivía cada vez estaba peor, entonces decidió seguir siendo más ignorante y, ahora también, indiferente. Su actitud lo hizo el más longevo de su región, superó la esperanza de vida y, finalmente, murió de forma natural a sus noventa años de edad.

viernes, 14 de junio de 2013

El ocio y la pereza. En defensa de los ociosos. De Robert Louis Stevenson.

Entiendo que ocio y pereza son diferentes, pues en mi tiempo de ocio leo algún libro o contemplo mi entorno con suma tranquilidad. Mientras que cuando tengo pereza solo cambio de posición de acostado a sentado en el mueble en que me encuentre.

Una tarde poco ocupada decidí revisar un librito de Robert Louis Stevenson titulado En defensa de los ociosos. En ese momento,  tenía una extraña mezcla de ocio y pereza o talvez sólo estaba cansado y quería una lectura suave. Esta pequeña obra de Stevenson no es precisamente de lo más famoso dentro de sus escritos y su corta extensión, casi le hace honor al tema.

Aunque ambas palabras suelen ser tomadas por iguales, difieren en cuanto a sus raíces. Al revisar su etimología, puede verse que “ocio” proviene del latín otium, reposo. Por otro lado, pereza proviene de pîgrîtîa, que a su vez deriva de pigro, perezoso. A pesar de ello, se interpretan de la misma forma la mayoría de las veces. Tanto así que existen varias traducciones del mismo ensayo, en las cuales a veces se alude a la pereza y otras al ocio.

Empecé a leer. Hubo una frase por la que me sentí acusado.

Los libros son, a su manera, beneficiosos, pero no dejan de ser un pálido sustituto de la vida. 

Fue entonces cuando recordé que la cultura general no se adquiere tan sólo sumergiéndonos en los libros uno tras otro. Sirve de poco acumular conocimiento si no disponemos de un tiempo libre para poder apreciar la vida y saber acerca de qué se ha escrito. Estar plácidamente sentado, a la sombra de un árbol, escuchando cómo circula el agua de un río viendo el vuelo de las aves puede otorgarnos un momento agradable y relajante que talvez pocos libros logren darlo.

Después de asimilar eso me encontré con otras líneas que reafirmaban el arte de vivir a través de un bien merecido descanso. Estar extremadamente ocupado, ya sea en la escuela o en la universidad, ya en la iglesia o el mercado, es un síntoma de deficiencia de vitalidad; una facilidad para mantenerse ocioso implica un variado apetito y un fuerte sentido de identidad personal.

Porque, si lo vemos de esa forma ¿qué es vivir?, ¿trabajar diez horas por día?, ¿estudiar quince horas diarias? Seguramente no.

Vivir es apreciar esos detalles que se perciben con todos los sentidos, pero que no dependen de una sistematización a través de una institución, sino buscando la forma de ver en los otros aspectos de nuestra existencia una satisfacción personal. Lo cual me hace recordar a algunos personajes de Stefan Zweig en La embriaguez de la metamorfosis, quienes asistían a labores todos los días mal dormidos, mal comidos y regresaban a casa con plomo en los ojos y con plomo en los pies. Tan solo con trabajar arduamente ellos creían haber vivido.

Según algunos puntos de vista, solo es útil a la sociedad quien está todo el tiempo ocupado en algo que produzca, ya sea dinero o méritos académicos.  Visto así, no se percibe que quienes trabajan o estudian, pero también se otorgan sus buenos momentos de ocio, pueden enfrentarse a la vida igual o mejor que quienes actúan como ratones de biblioteca o trabajan como hormigas.

No se trata de que el ocio sea malo, talvez simplemente ha sido mal interpretado, así como también ha sido tomada la lectura y las actividades laborales como fuentes de virtud. No es suficiente trabajar o estudiar para disfrutar la vida, también es necesario tener un plácido momento de ocio cada vez que sea posible.

jueves, 13 de junio de 2013

¿Tocar los libros?

A cerca de Tocar los libros. De Jesús Marchamalo

Ya Marco Tulio Cicerón había dicho hace siglos un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma y esta vez, Jesús Marchamalo, lo expresa de otra forma al detallar la experiencia de tener contacto con tan preciados objetos.
¿Tocar los libros? ¿por qué un título tan simple? Bueno, a simple vista, ése parece un nombre muy sencillo para el ensayo. No obstante, refleja en sí mismo tenerlos en nuestras manos, tener intimidad con ellos. A través de esa conexión nos hacen reír, llorar, pensar de forma intensa y otras veces, tan sólo nos entretienen.

En sus páginas, nos describe la sensación de estar en nuestras bibliotecas, ese lugar donde cada uno tiene su particular gusto por ordenar o almacenar sus libros. Nos hace ver la existencia de eruditos con una particular acuciosidad, tales como José Ortega y Gasset, capaces de conocer de memoria la ubicación exacta de cada uno de sus libros en los estantes. También hay otros, de los cuales formo parte, quienes simplemente “almacenan” sus libros; uno sobre otro, un grupo por editorial, otro por tema, etc. Lo cierto es que, tanto el minucioso con su biblioteca, como el que tiene torres de libros por toda su casa tienen algo en común: la pasión por el libro.

El mismo ha dejado de ser tan sólo una cápsula de conocimiento; ahora puede contarse con diversas ediciones de un mismo título con distintas características que lo hacen distinguirse de sus homónimos: traducción, tipo de letra, encuadernación, empastado, tipo de papel, diseño de portada, etc. Esto hace que, cada vez que se lea un libro se aprecien todas esas características y se pueda disfrutar constantemente de «tocar los libros». Podría surgir la pregunta ¿para qué tener tantos libros? entonces dejaré que responda Ramón Gómez de la Serna: Una librería es un andamiaje que se adquiere para edificar el futuro.

Además de la descripción de la bibliofilia, Tocar los libros incluye algunas fotografías, siendo éstas las que terminan por dar vida al ensayo. Además,  posee una historia muy peculiar en cuanto a su publicación, la cual lo hace un librito curioso.

miércoles, 5 de junio de 2013

"Mendel, el de los libros" Una vida en el mundo del libro.

Imagen tomada de la página web de la editorial.
Mendel, el de los libros es un título poco discreto en relación al tema; me parecía la historia de un librero y fue justo eso.
La afición a la lectura, el fugaz intercambio de conocimientos con personas extrañas y algunas otras situaciones se me hicieron familiares; por lo cual adentrarme en sus páginas fue placentero. Me identifiqué con el personaje. La Literatura suele ser un medio para revelar una diversidad de datos y, esta vez, fue usada para representar las injusticias de la vida durante la Segunda Guerra Mundial, en un breve relato.


El protagonista, Mendel,  representa, para los eruditos y estudiosos de la cultura en general un punto de referencia casi obligatorio, pues conoce de memoria, cientos de títulos y características de libros de distintos temas. Mas su ensimismamiento en el mundo del libro sería el factor que lo aislaría de la realidad; pues se mantuvo ignorante de los acontecimientos políticos y bélicos desarrollados en su entorno. Dado su largo alcance en su oficio, mantiene correspondencia con países cercanos al suyo, pero estos resultan ser «enemigos» de su país de residencia.

Se cumple aquí una vez más el aforismo popular «El león juzga por su condición», pues cuando las fuerzas castrenses, a través de sus múltiples pesquisas, interceptan algunas de sus cartas, las cuales incluyen reclamos por mercadería no recibida, las mismas son interpretadas como actos de espionaje. Esto trae como consecuencia su arresto y posterior confinamiento en uno de los campos de concentración. No obstante, debido a sus influencias en las altas esferas de la sociedad es liberado. Sin embargo, la permanencia en ese lugar cobró factura de distintas formas: el café, su antiguo lugar de trabajo, ha cambiado de administración y ahora el erudito, el catálogo humano, resulta ser incompatible con el nuevo concepto. Sufre el destierro de su mundo de tinta y papel, posteriormente enferma, ya en su última semana de vida, se asoma casi sonámbulo al café, pero es llevado de vuelta a casa para permanecer confinado y, finalmente, morir en el más oscuro de los olvidos.

martes, 28 de mayo de 2013

La destrucción de Kreshev de Isaac Bashevis Singer

Nuestra historia se desarrolla en una pequeña ciudad perteneciente a la nobleza polaca llamada Kreshev, la cual está habitada por judíos.
“Yo soy el Espíritu del Mal, Satanás, la serpiente primigenia. En los libros de cábala me llaman Samael. Los judíos a veces prefieren nombrarme como «Aquél».”

Así da inicio el relato de Isaac Bashevis Singer. Desde sus primeras líneas, puede notarse quien ejerce el poder en el en ese sitio, lo cual va en  concordancia con su título La destrucción de Kreshev. El hecho de que el demonio narre de la al texto un tono lúgubre. Cuando él habla del hombre de negocios, protagonista de la historia lo hace de esta forma: “Reb Bunim, sin embargo, tenía una hija, y las mujeres, como es sabido, traen consigo muchas desgracias.” Pese a la hermosura de la doncella, Samael se refiere a ella con un marcado tono despectivo, como si los hechos acontecidos fueran causados por la chica.

A través de sus doce capítulos la historia nos lleva por un camino de instigación, pasión, lujuria, engaño, crueldad y dolor. Vemos como el maligno hace que una hermosa joven se una en matrimonio con un hombre quien, si bien es cierto, resulta ser un tanto letrado, carece de belleza física. Dicha relación se vuelve el eje de la narración, incitando a una serie de sucesos reprobables por las autoridades religiosas del poblado. Varias de las acciones contribuyen a que, finalmente, ocurra la destrucción de Kreshev y nadie resulte satisfecho.

























sábado, 25 de mayo de 2013

La muerte olvidada del "Santo Bebedor", Joseph Roth.

Sin querer, un año después me topo con un artículo que escribí acerca de la muerte de Joseph Roth, pero esta vez será para inaugurar mi blog. El hallazgo me evitó la tarea de preparar una bienvenida, pues coincide con el aniversario del fallecimiento del escritor este 27 de mayo.

Este novelista algunas veces se quejaba de su editor por distintos asuntos; en mi caso no tengo editor de quien quejarme, pero hoy me he enterado que fui publicado en una revista local.

Bueno, mejor dejo que el tan mencionado artículo sea el que abra la brecha y forje un sendero para que circulen otros textos. 

“Cuando vi por primera vez a Joseph Roth en Ostende, tuve la sensación de estar ante un ser que moriría en las próximas horas de pura tristeza. Sus redondos ojos azules eran casi incapaces de ver por desesperación, y su voz sonaba como si estuviera lastrada por el peso de la pena.”  (1:53)

Así escribió acerca de este personaje, la escritora Irmgard Keun, quien fue su compañera sentimental durante cierto tiempo. Quizás la primera impresión que tuvo de Joseph reveló por completo para ella, lo que sería de la vida de este hombre de baja estatura, con afición a la bebida. También sabía que Roth sólo había amado a Friedl, su única esposa, quien murió a causa de trastornos mentales. Debido a eso y a que a ninguno de los dos les interesaba un nuevo matrimonio, Irmgard no quiso divorciarse del alemán con el que se encontraba legalmente casada, lo cual no impidió que viviera un par de años con Roth.

Aunque su vida no fue envidiable, también tuvo sus buenos momentos y contó con la amistad de varios personajes. Entre ellos, Stefan Zweig, con quien compartió momentos joviales como el que describe Morgenstern en uno de sus libros: “En el taxi, tuvieron ellos una apacible conversación sobre humor y chistes. Zweig recordó a Roth, como prueba del humor de Freud, que había un estudio de éste sobre el donaire que constituía una selección de chistes. Roth replicó que entender los chistes nada prueba respecto al humor, y así siguieron un rato hasta que salió el nombre de Bergson.” (2:224) Al investigar a Joseph Roth, se logra ver que algunos de los personajes de sus novelas, fueron inspirados por personas que formaron parte de su vida. Tal es el caso de El triunfo de la belleza, en esta breve novela, se ve reflejada su esposa y la enfermedad que la consumió, con sus respectivas variantes literarias. Su fallecida esposa, reaparece en otra de sus novelas, con otra apariencia. “Ella era una chica bonita, Friedl. Delgada, con piernas largas, una cara fina y una sonrisa suficiente en la boca pequeña. Pero ¿a qué describirla? Roth lo hizo puntualmente en Job. Ella es la hija de Mendel Singer, “una gacela”. Igual que Friedl, también acaba en el manicomio.” (2:190)

Además de eso, Job es una de sus más conocidas y fue la obra que le dio reconocimiento como escritor. En esta novela, él retoma al personaje bíblico, nombrándolo como Mendel Singer, efectuando prácticamente una adaptación a su época contemporánea y manifestando en ella algunas de las tribulaciones que sufrieron los judíos a causa de la persecución nazi.

Roth, no desaprovechaba oportunidad, para expresar su inconformidad y rechazo hacia las acciones tomadas por los antisemitas y, además de hacerlo en sus narraciones, lo hacía en las revistas, para las que escribía mientras se encontraba en algún país de Europa. Muestra de ello es este fragmento escrito en París, el 6 de julio de 1934.
“Desde hace diecisiete meses nos hemos acostumbrado a que en Alemania se vierta más sangre que tinta emplean los periódicos para informar sobre esa sangre. Es probable que el amo de la tinta de imprenta alemana, el ministro Goebbels, tenga más cadáveres sobre su conciencia, si es que la tiene, que periodistas a su disposición para echar tierra sobre la mayor parte de los muertos.”(3:39)

Él se había diagnosticado a sí mismo morir de locura, al igual que su esposa, aunque según algunos las causas de su muerte fueron otras. Sin embargo, corrió la misma suerte que ella, falleciendo recluido por haber enfermado psíquicamente. Murió el 27 de mayo de 1939 en París. Deseaba que en su lápida estuviera inscrita la frase del poeta alemán Heinrich Von Kleist “La verdad es que a mí no se me podía ayudar en esta tierra.” Mas su anhelo no se vio cumplido y en su tumba tan solo está un horrible bloque gris con la  inscripción:


Joseph Roth
Poète Autrichien
26-9-1894 – 27-5-1939

Su entierro fue en un cementerio “mixto” donde se admitían tanto católicos como judíos, pues en vida él no se declaró abiertamente como semita,  aunque su madre fue judía. Sus contradicciones religiosas tuvieron efectos durante su funeral, los judíos presentes estuvieron un tanto inconformes ante la presencia de sacerdotes católicos, también hubo allí comunistas y, por otro lado, monárquicos, fue un evento polémico que hubiera causado gracia al enterrado. De su vida, se sabe poco, pero por fortuna, ahora su mayoría de obras se encuentra traducida al español y en sus obras será donde se podrá conocer mejor a este novelista y periodista que se fue de este mundo sin ver muchos de sus proyectos realizados.
Ya se acerca el centenario de su muerte, pero, tal como un ebrio que olvida lo ocurrido el día anterior, en la memoria de muchos,  ha quedado olvidada la muerte de este gran escritor.

Fuentes. 
  1. Cziffra, Géza von; El santo bebedor; Acantilado; Barcelona, 2009
  2. Soma Morgenstern; Huida y fin de Joseph Roth; Pre-Textos; Valencia, 2008
  3. Roth, Joseph ; La filial del infierno en la tierra; Acantilado, Barcelona, 2004