sábado, 22 de junio de 2013

El ignorante


Su ignorancia lo hacía feliz, obviamente, sin darse cuenta de ello. No se percataba de la cercanía del final de su existencia. Padecía una enfermedad congénita que provocaría su muerte en tan sólo unos meses. Al menos ese era el pronóstico para otro individuo con el mismo grado de deterioro en su organismo, debido a la misma afección. El ignorante vivió más que el enterado.

Esta vez, su ignorancia además de hacerlo feliz, le salvó la vida, pues para cuando fue informado de su situación clínica existían ya varios tratamientos de bajo costo y muy efectivos para erradicar su mal. Cuando supo del otro paciente y el diagnóstico expuesto, se alegró del desconocimiento, pues éste lo salvó sin representarle ningún esfuerzo. Desde entonces, prefiere también ignorar lo que sucede en su país, talvez así se viva mejor, pensó él. La sociedad en la que vivía cada vez estaba peor, entonces decidió seguir siendo más ignorante y, ahora también, indiferente. Su actitud lo hizo el más longevo de su región, superó la esperanza de vida y, finalmente, murió de forma natural a sus noventa años de edad.

viernes, 14 de junio de 2013

El ocio y la pereza. En defensa de los ociosos. De Robert Louis Stevenson.

Entiendo que ocio y pereza son diferentes, pues en mi tiempo de ocio leo algún libro o contemplo mi entorno con suma tranquilidad. Mientras que cuando tengo pereza solo cambio de posición de acostado a sentado en el mueble en que me encuentre.

Una tarde poco ocupada decidí revisar un librito de Robert Louis Stevenson titulado En defensa de los ociosos. En ese momento,  tenía una extraña mezcla de ocio y pereza o talvez sólo estaba cansado y quería una lectura suave. Esta pequeña obra de Stevenson no es precisamente de lo más famoso dentro de sus escritos y su corta extensión, casi le hace honor al tema.

Aunque ambas palabras suelen ser tomadas por iguales, difieren en cuanto a sus raíces. Al revisar su etimología, puede verse que “ocio” proviene del latín otium, reposo. Por otro lado, pereza proviene de pîgrîtîa, que a su vez deriva de pigro, perezoso. A pesar de ello, se interpretan de la misma forma la mayoría de las veces. Tanto así que existen varias traducciones del mismo ensayo, en las cuales a veces se alude a la pereza y otras al ocio.

Empecé a leer. Hubo una frase por la que me sentí acusado.

Los libros son, a su manera, beneficiosos, pero no dejan de ser un pálido sustituto de la vida. 

Fue entonces cuando recordé que la cultura general no se adquiere tan sólo sumergiéndonos en los libros uno tras otro. Sirve de poco acumular conocimiento si no disponemos de un tiempo libre para poder apreciar la vida y saber acerca de qué se ha escrito. Estar plácidamente sentado, a la sombra de un árbol, escuchando cómo circula el agua de un río viendo el vuelo de las aves puede otorgarnos un momento agradable y relajante que talvez pocos libros logren darlo.

Después de asimilar eso me encontré con otras líneas que reafirmaban el arte de vivir a través de un bien merecido descanso. Estar extremadamente ocupado, ya sea en la escuela o en la universidad, ya en la iglesia o el mercado, es un síntoma de deficiencia de vitalidad; una facilidad para mantenerse ocioso implica un variado apetito y un fuerte sentido de identidad personal.

Porque, si lo vemos de esa forma ¿qué es vivir?, ¿trabajar diez horas por día?, ¿estudiar quince horas diarias? Seguramente no.

Vivir es apreciar esos detalles que se perciben con todos los sentidos, pero que no dependen de una sistematización a través de una institución, sino buscando la forma de ver en los otros aspectos de nuestra existencia una satisfacción personal. Lo cual me hace recordar a algunos personajes de Stefan Zweig en La embriaguez de la metamorfosis, quienes asistían a labores todos los días mal dormidos, mal comidos y regresaban a casa con plomo en los ojos y con plomo en los pies. Tan solo con trabajar arduamente ellos creían haber vivido.

Según algunos puntos de vista, solo es útil a la sociedad quien está todo el tiempo ocupado en algo que produzca, ya sea dinero o méritos académicos.  Visto así, no se percibe que quienes trabajan o estudian, pero también se otorgan sus buenos momentos de ocio, pueden enfrentarse a la vida igual o mejor que quienes actúan como ratones de biblioteca o trabajan como hormigas.

No se trata de que el ocio sea malo, talvez simplemente ha sido mal interpretado, así como también ha sido tomada la lectura y las actividades laborales como fuentes de virtud. No es suficiente trabajar o estudiar para disfrutar la vida, también es necesario tener un plácido momento de ocio cada vez que sea posible.

jueves, 13 de junio de 2013

¿Tocar los libros?

A cerca de Tocar los libros. De Jesús Marchamalo

Ya Marco Tulio Cicerón había dicho hace siglos un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma y esta vez, Jesús Marchamalo, lo expresa de otra forma al detallar la experiencia de tener contacto con tan preciados objetos.
¿Tocar los libros? ¿por qué un título tan simple? Bueno, a simple vista, ése parece un nombre muy sencillo para el ensayo. No obstante, refleja en sí mismo tenerlos en nuestras manos, tener intimidad con ellos. A través de esa conexión nos hacen reír, llorar, pensar de forma intensa y otras veces, tan sólo nos entretienen.

En sus páginas, nos describe la sensación de estar en nuestras bibliotecas, ese lugar donde cada uno tiene su particular gusto por ordenar o almacenar sus libros. Nos hace ver la existencia de eruditos con una particular acuciosidad, tales como José Ortega y Gasset, capaces de conocer de memoria la ubicación exacta de cada uno de sus libros en los estantes. También hay otros, de los cuales formo parte, quienes simplemente “almacenan” sus libros; uno sobre otro, un grupo por editorial, otro por tema, etc. Lo cierto es que, tanto el minucioso con su biblioteca, como el que tiene torres de libros por toda su casa tienen algo en común: la pasión por el libro.

El mismo ha dejado de ser tan sólo una cápsula de conocimiento; ahora puede contarse con diversas ediciones de un mismo título con distintas características que lo hacen distinguirse de sus homónimos: traducción, tipo de letra, encuadernación, empastado, tipo de papel, diseño de portada, etc. Esto hace que, cada vez que se lea un libro se aprecien todas esas características y se pueda disfrutar constantemente de «tocar los libros». Podría surgir la pregunta ¿para qué tener tantos libros? entonces dejaré que responda Ramón Gómez de la Serna: Una librería es un andamiaje que se adquiere para edificar el futuro.

Además de la descripción de la bibliofilia, Tocar los libros incluye algunas fotografías, siendo éstas las que terminan por dar vida al ensayo. Además,  posee una historia muy peculiar en cuanto a su publicación, la cual lo hace un librito curioso.

miércoles, 5 de junio de 2013

"Mendel, el de los libros" Una vida en el mundo del libro.

Imagen tomada de la página web de la editorial.
Mendel, el de los libros es un título poco discreto en relación al tema; me parecía la historia de un librero y fue justo eso.
La afición a la lectura, el fugaz intercambio de conocimientos con personas extrañas y algunas otras situaciones se me hicieron familiares; por lo cual adentrarme en sus páginas fue placentero. Me identifiqué con el personaje. La Literatura suele ser un medio para revelar una diversidad de datos y, esta vez, fue usada para representar las injusticias de la vida durante la Segunda Guerra Mundial, en un breve relato.


El protagonista, Mendel,  representa, para los eruditos y estudiosos de la cultura en general un punto de referencia casi obligatorio, pues conoce de memoria, cientos de títulos y características de libros de distintos temas. Mas su ensimismamiento en el mundo del libro sería el factor que lo aislaría de la realidad; pues se mantuvo ignorante de los acontecimientos políticos y bélicos desarrollados en su entorno. Dado su largo alcance en su oficio, mantiene correspondencia con países cercanos al suyo, pero estos resultan ser «enemigos» de su país de residencia.

Se cumple aquí una vez más el aforismo popular «El león juzga por su condición», pues cuando las fuerzas castrenses, a través de sus múltiples pesquisas, interceptan algunas de sus cartas, las cuales incluyen reclamos por mercadería no recibida, las mismas son interpretadas como actos de espionaje. Esto trae como consecuencia su arresto y posterior confinamiento en uno de los campos de concentración. No obstante, debido a sus influencias en las altas esferas de la sociedad es liberado. Sin embargo, la permanencia en ese lugar cobró factura de distintas formas: el café, su antiguo lugar de trabajo, ha cambiado de administración y ahora el erudito, el catálogo humano, resulta ser incompatible con el nuevo concepto. Sufre el destierro de su mundo de tinta y papel, posteriormente enferma, ya en su última semana de vida, se asoma casi sonámbulo al café, pero es llevado de vuelta a casa para permanecer confinado y, finalmente, morir en el más oscuro de los olvidos.