La
otra traducción, a mi juicio, también se adecua al contenido de la obra y aún
fuera de ella, pues algunas veces existe impaciencia en relación a los
sentimientos. Se sabe que los sentimientos se albergan en el cerebro, pero
metafóricamente se habla del corazón al referirse a los mismos. Me pareció
necesario comentar acerca del nombre de la obra, pues se la misma ha sido
publicada y conocida con ambas denominaciones. La versión a comentar, en este
caso, es La impaciencia del corazón.
Ya
entrando en materia, puedo agregar que, ésta comparte con muchas novelas de
posguerra la característica de ser poco esperanzadora respecto a la vida. Aquí
se representa el caso del teniente Anton Hofmiller quien se siente atraído
hacia Ilona, una hermosa joven de clase acomodada. Debido a la proximidad de
uno de sus compañeros de cuartel con la familia de la chica, él recibe una
invitación para cenar en su casa, la mansión Kekesfalva. Su corazón rebosa de
felicidad al estar en dicha reunión, pues comen hasta la saciedad, beben vino
conversan alegremente y, después, bailan.
Nuestro personaje se desliza como un perfecto bailarín con varias de las damas
presentes en el banquete, pero de pronto alcanza a ver a Edith, hija del dueño
de la casa, sentada junto a dos ancianas y le parece un gesto descortés no hacer
la invitación a bailar, por lo cual hace la petición. Grande fue su sorpresa,
al recibir tan sólo un gesto poco amable de parte de ella, el cual se
transformaría en llanto amargo, sin dirigir una sola palabra al teniente. Se
entera de la causa de esa reacción por boca de Ilona quien le informa que su
prima, Edith, está discapacitada a causa de un inusual padecimiento.
Así
empieza una serie de visitas de Hofmiller a la mencionada mansión, en las
cuales va conociendo las interioridades de la familia. Si bien, al principio,
sus visitas tenían como único motivo remediar su imprudencia, él llegó a
acostumbrarse a esa casa y todos sus habitantes a su presencia en ella. A raíz
de su cercanía con Edith, ella se enamora perdidamente. Cuando él se entera de esto, por piedad, finge aceptar
su amor e incluso llega a comprometerse sentimentalmente con ella, pero de
forma un tanto secreta. Entre los anhelos de la jovencita por recuperarse de su
enfermedad y la constante presencia de Hofmiller en su casa, estalla la guerra.
Para el teniente, dicho acontecimiento se convierte en la forma más digna de
escapar de tan penosa situación, pero a su regreso se encontró con que ella llevada por la impaciencia de su corazón, no
quiso esperar ni una hora ni un día más. Fue entonces cuando comprendió que
no le servía de mucho ser ahora un héroe de guerra, pues huir de un problema no
es la mejor forma de solucionarlo.
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