Perturbadora.
Si tuviera que describir esta novela con una sola palabra, sería con
ese adjetivo. Sin embargo, prefiero dar algunos detalles acerca de la
historia.
Le
tomé poca importancia a la referencia que la editorial incluye en la
contraportada y decidí que la mejor forma de conocer el libro era
leerlo de inmediato. Con curiosidad, empecé la lectura y me fue
atrapando poco a poco. El relato aún no me emocionaba, pero me
enganchó cuando vi a un inconforme expresándose. Fue Paul Lohman,
su narrador y personaje al pronunciar esta descripción:
Lo que más llamaba la atención del plato de Claire era el vacío inconmensurable. Yo sé que en los restaurantes selectos siempre se prima la calidad sobre la cantidad, pero hay vacíos y vacíos. Allí el vacío, la parte del plato en que no había nada de comida, rozaba la paradoja.
El
autor, Herman Koch, holandés, quien publicó su primer libro de cuentos en
1985, ignoraba que saltaría a la fama veinticuatro años después,
en 2009, al publicar La cena que ya ha sido traducida a más
de diez idiomas.
La
trama está dividida justo como una elegante cena en un pomposo
restaurante. Tenemos: El Aperitivo, Entrantes, Segundo, Postres,
Digestivo y Propina.
En
el desarrollo de la historia, se reúnen dos hermanos con sus
respectivas esposas. Paul Lohman con Claire y Serge Lohman, junto a
Babette. Entre cada etapa que esta elegante velada tendrá, ellos
intercambiarán opiniones acerca de sus hijos adolescentes, quienes
han cometido una “travesura”, pero cuyas intenciones se
desconocen. ¿Sería un acto motivado por la ingenuidad o
por la malicia?
Son
ellos cuatro, como adultos y familia, quienes deben decidir acerca de
la situación de sus hijos. Los hechos van saliendo a la luz entre
platillos de esta cena, que quizás no deje una buena sensación en
el paladar. Deben actuar, pero tienen un dilema moral entre ser
padres benevolentes o ciudadanos responsables. El último capítulo
lleva por nombre Propina, pero como el mismo libro lo dice:
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