viernes, 14 de junio de 2013

El ocio y la pereza. En defensa de los ociosos. De Robert Louis Stevenson.

Entiendo que ocio y pereza son diferentes, pues en mi tiempo de ocio leo algún libro o contemplo mi entorno con suma tranquilidad. Mientras que cuando tengo pereza solo cambio de posición de acostado a sentado en el mueble en que me encuentre.

Una tarde poco ocupada decidí revisar un librito de Robert Louis Stevenson titulado En defensa de los ociosos. En ese momento,  tenía una extraña mezcla de ocio y pereza o talvez sólo estaba cansado y quería una lectura suave. Esta pequeña obra de Stevenson no es precisamente de lo más famoso dentro de sus escritos y su corta extensión, casi le hace honor al tema.

Aunque ambas palabras suelen ser tomadas por iguales, difieren en cuanto a sus raíces. Al revisar su etimología, puede verse que “ocio” proviene del latín otium, reposo. Por otro lado, pereza proviene de pîgrîtîa, que a su vez deriva de pigro, perezoso. A pesar de ello, se interpretan de la misma forma la mayoría de las veces. Tanto así que existen varias traducciones del mismo ensayo, en las cuales a veces se alude a la pereza y otras al ocio.

Empecé a leer. Hubo una frase por la que me sentí acusado.

Los libros son, a su manera, beneficiosos, pero no dejan de ser un pálido sustituto de la vida. 

Fue entonces cuando recordé que la cultura general no se adquiere tan sólo sumergiéndonos en los libros uno tras otro. Sirve de poco acumular conocimiento si no disponemos de un tiempo libre para poder apreciar la vida y saber acerca de qué se ha escrito. Estar plácidamente sentado, a la sombra de un árbol, escuchando cómo circula el agua de un río viendo el vuelo de las aves puede otorgarnos un momento agradable y relajante que talvez pocos libros logren darlo.

Después de asimilar eso me encontré con otras líneas que reafirmaban el arte de vivir a través de un bien merecido descanso. Estar extremadamente ocupado, ya sea en la escuela o en la universidad, ya en la iglesia o el mercado, es un síntoma de deficiencia de vitalidad; una facilidad para mantenerse ocioso implica un variado apetito y un fuerte sentido de identidad personal.

Porque, si lo vemos de esa forma ¿qué es vivir?, ¿trabajar diez horas por día?, ¿estudiar quince horas diarias? Seguramente no.

Vivir es apreciar esos detalles que se perciben con todos los sentidos, pero que no dependen de una sistematización a través de una institución, sino buscando la forma de ver en los otros aspectos de nuestra existencia una satisfacción personal. Lo cual me hace recordar a algunos personajes de Stefan Zweig en La embriaguez de la metamorfosis, quienes asistían a labores todos los días mal dormidos, mal comidos y regresaban a casa con plomo en los ojos y con plomo en los pies. Tan solo con trabajar arduamente ellos creían haber vivido.

Según algunos puntos de vista, solo es útil a la sociedad quien está todo el tiempo ocupado en algo que produzca, ya sea dinero o méritos académicos.  Visto así, no se percibe que quienes trabajan o estudian, pero también se otorgan sus buenos momentos de ocio, pueden enfrentarse a la vida igual o mejor que quienes actúan como ratones de biblioteca o trabajan como hormigas.

No se trata de que el ocio sea malo, talvez simplemente ha sido mal interpretado, así como también ha sido tomada la lectura y las actividades laborales como fuentes de virtud. No es suficiente trabajar o estudiar para disfrutar la vida, también es necesario tener un plácido momento de ocio cada vez que sea posible.

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